Me gusta necesitar y sentirme necesitada. Me gusta amar, sentir que me dejo amar y saber que me aman. De una manera auténtica: con el verbo amar, no con el verbo querer. Por mí misma, sin posesiones ni condiciones pero con sinceridad y complicidad.

Defiendo la sinceridad, arma de doble filo (callar o no callar?), el no traicionarse ni mentirse a uno mismo ni a los demás.

Defiendo el Respeto y la Dignidad en mayúsculas hacia uno mismo y hacia los demás, porque es lo mínimo que tenemos que conservar.

Defiendo la existencia de la felicidad, no como una utopía irrealizable sino como un camino individual que se trabaja día a día, un estado de ánimo no comparable a la satisfacción puntual, el no condenar en ninguna medida lo que observamos en nosotros mismos.

Me gusta sentirme libre de alma y conciencia para poder plasmar en palabras esa extraña confusión de tornasoles que esconde con frecuencia mi iris: tristeza, desamor, melancolía, desesperación o decepción. Alegría, entusiasmo, ilusión, pasión o inocencia.

Y finalmente defiendo la
creatividad y la ilusión, armas todopoderosas que nos permiten seguir avanzando, mirando a veces al mundo a través de los ojos de nuestro niño interior y apostando por ser nosotros mismos un segundo más, un minuto más...

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