Me gusta necesitar y sentirme necesitada. Me gusta amar, sentir que me dejo amar y saber que me aman. De una manera auténtica: con el verbo amar, no con el verbo querer. Por mí misma, sin posesiones ni condiciones pero con sinceridad y complicidad.

Defiendo la sinceridad, arma de doble filo (callar o no callar?), el no traicionarse ni mentirse a uno mismo ni a los demás.

Defiendo el Respeto y la Dignidad en mayúsculas hacia uno mismo y hacia los demás, porque es lo mínimo que tenemos que conservar.

Defiendo la existencia de la felicidad, no como una utopía irrealizable sino como un camino individual que se trabaja día a día, un estado de ánimo no comparable a la satisfacción puntual, el no condenar en ninguna medida lo que observamos en nosotros mismos.

Me gusta sentirme libre de alma y conciencia para poder plasmar en palabras esa extraña confusión de tornasoles que esconde con frecuencia mi iris: tristeza, desamor, melancolía, desesperación o decepción. Alegría, entusiasmo, ilusión, pasión o inocencia.

Y finalmente defiendo la
creatividad y la ilusión, armas todopoderosas que nos permiten seguir avanzando, mirando a veces al mundo a través de los ojos de nuestro niño interior y apostando por ser nosotros mismos un segundo más, un minuto más...

El lado oscuro del corazón


1992: año de ilusiones y año de cambios para mi. Trabajo en los Juegos Olímpicos y preparo nerviosa mi boda y posterior visita a Australia. Decepción. Despierto al mundo del cine y sus diferentes significados. En medio de mucha confusión, esta película me hipnotizó. Mujeres que sepan volar, Nacha Guevara como la Muerte enamorada de un poeta, Dario Grandinetti y Mario Benedetti, surrealismo, romanticismo y poesía.

Es difícil describir esta película. Es densa pero te conmueve como pocas han llegado a conseguir. Voy a permitirme citar una de las muchas emotivas opiniones acerca de esta película y a ofrecer secuencias de esta película con poemas de Mario Benedetti:



Subiela en ésta película no hizo nada menos que arrancarme el alma. Siempre la sentí enorme, siempre yo tan chica... Es una película que nació conmigo, que tocó a mi papá como nunca, que inspiró a que empiece él a leerme a Oliverio, a Gelman y a Benedetti por las noches en vez de cuentos infantiles. Ya no sé qué entendía en esa época de lo que me decía. Que siento ahora qué siento. Eso importa.

No te salves y Corazón coraza (recitado por Mario Benedetti en alemán)
Nunca veas a una puta con luz de día (uno de los diálogos sobre las ilusiones más bellos de esta película)

Me encanta esta mirada... sincera, inocente, profunda...

El lenguaje de las caricias

No es sólo un placer; acariciar y ser acariciado es también una necesidad para nuestro bienestar, equilibrio y desarrollo. Las caricias son un lenguaje rico y sofisticado. Un extraordinario código de comunicación tan elocuente o más que las palabras, ya que nos permiten acercarnos al otro y crecer en la expresión del amor. Hay caricias que consuelan y las hay que alientan. Otras alivian, algunas reconocen, las hay que desatan el deseo. Hay caricias vestidas de pasión y las hay con sabor de amistad y ternura. Las caricias expresan un rango amplísimo de significados: gratitud, compasión, esperanza, reconciliación, complicidad, perdón... Porque nacen tanto del instinto más arcaico que busca el contacto con el otro para saberse protegido, como de la expresión de la conciencia más elevada y entregada al otro. Precisamente porque en la caricia convive lo animal y lo humano, nos recuerda que somos piel, que somos materia, pero también nos abre la puerta a momentos de trascendencia. Quizá por ello, decía Paul Valéry que lo más profundo que tenemos es la piel: el recuerdo de los mimos y arrullos de la madre, de los abrazos del padre, de los besos y caricias del ser amado, el tacto de la piel de nuestros hijos forma parte de las memorias más valiosas que nos acompañan. También la caricia que nos brinda la naturaleza: el tacto de la tierra, los pies sobre la hierba, la caricia del agua, el manto del cachorro, los pasos en la arena? Nos relajan, despiertan la paz interior y la alegría porque nos remiten a lo esencial.

Cuando es sincera y deseada, la caricia transforma. En el juego amoroso y en la lujuria desatada nos transporta al movimiento, al ardor, al entrelazamiento, al clímax y a la relajación dichosa. En la ternura, nos conmueve y emociona. En la amistad, nos une y nos hace cómplices. Incluso la paz y la buena voluntad se manifiestan en el encuentro de dos manos que se enlazan en el tacto de la caricia. También en el dolor y durante el duelo, el mimo y el abrazo del ser amado hacen soportable la pérdida porque apuntalan el alma herida. Las caricias abren además la puerta a la conciencia de nuestro cuerpo. ¿Conocemos los matices y el infinito espectro de sensaciones que puede despertar la caricia del ser amado? ¿Conocemos en detalle la piel de nuestra pareja, del ser querido o deseado con el que nos sumergimos en contacto íntimo? Más bien no. En general conocemos poco nuestro cuerpo, y aún menos el del ser amado. En él existe un universo que jamás acabaremos de explorar, porque el tiempo, además, aporta nuevas dimensiones y sensaciones que matizan y amplían continuamente la experiencia de reconocimiento del cuerpo de la persona amada.

Frente a la comunicación a distancia y a la sobresaturación de estímulos disponemos de caricias, tacto, contacto y ternura. Muestras de afecto en el cuerpo a cuerpo en lugar de tanto teléfono móvil, Internet, televisión? Quizá hoy, buena parte de los problemas de salud psicológica y física que estamos viviendo en una sociedad cada vez más estresada y bulímica son gritos desesperados de nuestros cuerpos, que, llevados por una inteligencia arcaica, esencial y profunda, reclaman ver satisfecha su necesidad de encuentro íntimo con el otro. Una intimidad que no es sólo o necesariamente encuentro sexual, sino, ante todo, necesidad de encuentro sincero, de amor. ¿Y si, en lugar de atiborrarnos diariamente de banalidades, historias ajenas o pasatiempos de escaso valor emocional e intelectual, nos sumergiéramos en los matices de la caricia? Sin duda, el mal humor, la depresión, la angustia e incluso la tristeza descenderían drásticamente. "Haz el amor y no la guerra", rezaba el eslogan pacifista, y no estaría de más retomarlo.

Porque acariciarnos estimula las endorfinas que nos hacen más soportable el dolor, amén de aportarnos una profunda sensación de bienestar. Si crecemos en ausencia de contactos afectuosos, nuestros cerebros tenderán a tolerar poco el estrés, la ansiedad y el dolor. Es el significado que acompaña a la caricia, el deseo de abrir la puerta al placer, lo que hace que el vello se erice, que el escalofrío surja y la emoción se despliegue.

Una caricia puede llegar a ser el único medio para expresar lo innombrable. Porque la caricia ya habla incluso antes de manifestarse. Está ya presente en su intención. Como lo expresó Mario Benedetti: "Como aventura y enigma / la caricia empieza antes / de convertirse en caricia". Luego, la invitación a la que llegamos es simple: podemos incluir en el espectro de nuestro lenguaje con nuestros afectos el gesto amable, conciliador y tierno de las caricias. Podemos elegir incluir en nuestro alfabeto comunicativo y en nuestra dieta emocional una saludable dosis de ternura a través de la piel. ¿Cómo realizarlo, cómo podemos comunicarnos mejor con los que amamos? La respuesta, tal cual, está en nuestras manos.

Alex Rovira

Abrazar es saludable

Abrazar es saludable. Favorece el sistema inmunitario, te mantiene sano, cura la depresión, reduce el estrés, induce el sueño, vigoriza, rejuvenece, no tiene efectos colaterales indeseables... en una palabra, es una droga milagrosa. Abrazar es lo más natural. Es orgánico, naturalmente dulce, no lleva pesticidas, ni conservantes, ni ingredientes artificiales y es sano al 100%.

Abrazar es prácticamente perfecto. No tiene partes mecánicas, ni pilas que se gasten, ni exige chequeos periódicos. Es de bajo consumo energético, alto rendimiento, a prueba de inflación, no engorda, no exige pagos mensuales ni seguros, a prueba de robos, no está gravado con impuestos, no contamina y, por supuesto, es completamente reciclable.

Ver tambien La verdad sobre los abrazos. Gracias Jose.


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