Oportunitats a la vida


"There are opportunities in life for gaining knowledge and experience. 
Sometimes, it's necessary to take a risk"


Prendre decisions i triar entre dos camins diferents a la vida de vegades és complicat. Sovint creiem que hem escollit el camí equivocat , que si poguéssim tirarem enrera el rellotge i canviariem les nostres decisions.

Com diu el meu estimat Jeffrey Beaumont a la frase que cito de una de les meves pel·lícules preferides Blue Velvet, hi ha oportunitats a la vida de les que en podem treure coneixements i experiència, i de vegades, un s'ha d'arriscar. Reconec la meva inseguretat però crec que en el fons, el nostre microcosmos es perfecte perquè sempre hem d'acabar aprenent de les experiències i decisions preses, encara que el procés d'aprenentatge sigui llarg.



I aprofitant la breu referència anterior a Blue Velvet, no puc evitar incloure un link a una de les meves millors escenes d'aquesta pel·lícula. Roy Orbison perd protagonisme al costat d'un brillant Dean Stockwell i Dennis Hopper, així com d'altres actors que van interpretar el paper de la seva vida (Isabella Rosselllini, Kyle McLachlan...). Per a mi un del grans clàssics del cinema contemporani, del post-modernisme i del cinema negre. I una de les escenes més estranyes, tristes, surrealistes i decadents... és el que té Mr. Lynch.


El cerebro femenino



El cerebro femenino (The Female Brain)
Louann Brizendine (2006)


A través de una entrevista en La Contra el día 6 de marzo de 2007, descubrí a la Dra. Louann Brizendine, neuropsiquiatra y neurobióloga californiana y fundadora en San Francisco de la Women's and Teen Girl's Mood and Hormone Clinic.


La entrevista me dio a conocer aspectos sorprendentes y decidí aprender un poco más acerca de las hormonas femeninas y su importante influencia en la mujer a todos los niveles a través del libro que acaba de publicarse en España. Aquí os dejo un extracto del texto que aparece en la contraportada, así como un link al primer capítulo del libro en inglés. Disfrutadlo, va dirigido a hombres y mujeres.


"Los cerebros masculino y femenino son diferentes por naturaleza. Pensad en esto. ¿Qué ocurre si el centro de comunicaciones es mayor en un cerebro que en otro? ¿Qué, si el centro de la memoria emocional es mayor en uno que en otro? ¿Qué, si un cerebro desarrolla una mayor aptitud para captar indicios en los demás que la posee el otro cerebro? En este caso, nos encontraremos ante una persona cuya realidad dictaría que sus valores primarios fueran la comunicación, la conexión, la sensibilidad emocional y la reactividad. Esta persona estimaría tales cualidades por encima de todas las demás y se sentiría bloqueada por otra persona cuyo cerebro no captara la importancia de dichas cualidades. En síntesis tendríamos a alguien dotado de un cerebro femenino." (De la introducción).


Todo cerebro empieza como cerebro femenino. Sólo se vuelve masculino ocho semanas después de la concepción, cuando el exceso de testosterona disminuye el centro de comunicación, reduce el córtex de la audición y hace dos veces mayor la parte del cerebro que procesa el sexo.

Sutilezas

Los seres humanos somos complicados. Nunca estamos del todo bien con alguien, sin embargo, tampoco nos gusta estar solos. Y no hablo a título muy personal. Basta con mirar a mi alrededor para darme cuenta que lo que me pasa a mí, le pasa a un montón de gente como yo. Hay personas que le resulta muy fácil estar con alguien al lado y rápidamente comienzan a hablar en plural, a respirar el mismo aire y se olvidan que antes vivían sin esa persona. Otros, en cambio, estamos en un eterno conflicto con lo que queremos y lo que somos capaces de reconocer. Pero en la vida siempre hay que reconocer algo. Algo, al menos.


Pablo Neruda tituló sus memorias: “Confieso que he vivido”. Yo no llego a tanto y seguro no os sonará nada poético. Pero si tengo que empezar, reconozco que necesito sentirme querida, que me abracen sin motivo aparente y que me dejen respirar. En la cotidianeidad, confieso que me molesta preparar café o subir la garrafa de agua y nunca me acuerdo de comprar servilletas. Entrando en sutilezas, confieso que no tolero que me pregunten con quién he cenado la noche anterior, si no soy yo quien “espontáneamente” da la información, o la pregunta aun más fatal: ¿Y a qué hora te fuiste a dormir? Cuando siento que me quieren cortar las alas, vuelo lejos.Quiero pensar que en las relaciones, como en casi todo en la vida, lo que no es espontáneo no es verdadero y las cosas forzadas no sirven. Entonces por ahí surge mi asombro. Me explico: veo tantas mujeres, y odio criticar a mi género, desesperadas por inventarse una estabilidad, por definirse a través de con quién están, por darle un nombre a la relación, por exigir. Mientras, yo sigo pensando en lo mismo. Lo mejor es aquello que no se fuerza. A veces creo que no soy de Venus, ni de Marte. Seré de Júpiter.


Entiendo el estar con alguien como un diálogo, como una complicidad, como un juego y no necesito muchas más certezas.


Pero reconozco, y sigo con las confesiones, que resulta difícil esa búsqueda entre lo espontáneo y lo intenso. Porque hablando de intensidades, que es lo que me mueve, me justifica y lo que también me aleja, al menos para mí, de esa ficticia búsqueda de estabilidades. Creo más en lo que no se dice, en lo que no se promete, en la piel, en la simple entrega. Aunque a veces me equivoque, vaya.


No sé si eso es bueno o malo. Sólo sé que lo que yo al menos intento, es ahogarme en los momentos, exprimirlos. Y claro a veces terminan rodando lágrimas de las mejillas. Pero cuidado porque la intensidad no está en el dolor o en la pérdida. Está simplemente en el momento y es imposible extrapolarla.


De hecho, cuando el tiempo ha pasado y miro las cosas con distancia, ya no aparece esa intensidad, y creo que nada fue tan verdadero. Y con esa convicción y otro día de sol me sumerjo nuevamente en el juego. Hasta que un día el juego se acaba o se hace verdadero.


Mariana Jara

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